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sábado, 3 de marzo de 2012

Soliloquio.

Lejos, donde mi recuerdo apenas llega para recordar una habitación a oscuras y a un hombre apoyado a los pies de una cama, en la soledad de la noche, lejos, tan lejos, que ya no podría describir con certeza la frialdad de la mano, a la cual el hombre se aferraba para intentar, en vano, transmitirle la fuerza de su latir a aquel cuerpo inerte.

Entre las tinieblas del sueño y la muerte  que emanaban de aquella habitación, se oyó un susurro, acompañado de lágrimas que brotaban de los ojos del hombre.

-"Frío".

Repitió una y otra vez la misma palabra mientras miraba al fondo de la sala, esperando que alguien o algo apareciera por aquella estancia y le dijera que todo era un mal sueño o una mala pesadilla, pero eso evidentemente no iba a ocurrir.

No podía dejar de aferrarse a la mano, aún a sabiendas que ella no volvería a la vida, no podía, su corazón se lo prohibía, quería sentirla por última vez, aún cuando hacía horas que de aquel cuerpo no brotaba calor. Por su mente, solo volaban recuerdos de tiempos mejores y no podía salir de aquel estado de shock en el que se hallaba inmerso.

Oía de fondo el tic-tac del reloj, que presidía la entrada al pasillo de la casa, que le marcaba el pasar de las horas. de los minutos, de los segundos. Cada sonido de aquella máquina infernal le provocaba un dolor inimaginable, como si con cada sonido experimentara de nuevo todo lo que había sufrido aquel día, que parecía no tornar a su fin.

La noche, le permitió imaginarse sombras y a cada rato su mente le hacía creer que ella movía la mano y se la agarraba con más fuerza, su dolor le impedía levantarse. El dolor y el sueño empezaban a crear zozobra en aquel hombre que había perdido toda su fiereza de antaño, al que ya no le quedaba nada por lo que luchar en aquel mundo inhóspito, el que empezaba a pensar que la solución más sencilla sería acompañarla en su fatídico final y así permanecer juntos.

Pero antes, tenía una conversación pendiente con alguien. Y comenzó a hablar solo, cuando el reloj daba las 4 de la madrugada.

-"¿De verdad estás ahí?¿alguna vez haz velado por los que estamos aquí en la Tierra?"

-"Sabes que soy creyente o al menos creía que en ti, pero ahora, solo sé que eso son patrañas. ¿Por qué has dejado que ella se fuera?¿acaso me estás poniendo a prueba maldito vejestorio?".

-"¡¿Qué quieres de mi, contesta?!".

Alzó la mirada contemplando el techo de la habitación esperando una respuesta, mientras sus lágrimas caían con más fuerza  por su cara. Soltó la mano de la chica por primera vez en todo aquel día, sacó un pañuelo de su chaqueta negra y se secó las lágrimas.

Intentó serenarse y se levantó apoyándose en la cama y con paso vacilante caminó hacia la ventana donde prosiguió con sus quejas y ruegos.

- "Te doy toda mi fortuna, te doy todo lo que quieras, incluso mi vida, pero haz que vuelva, haz que su sonrisa ilumine esta habitación, haz que se levante de esa cama como hacía cada mañana. Nunca te he pedido nada, solo te pido eso."

-"¡Llévame a mi!¡A mi es al que de verdad quieres!¡Ella nunca hizo nada malo a nadie!, yo soy el culpable... yo y solo yo... yo te maldigo."

Las faltas de fuerzas aumentan aún más su debilidad, que provocan que caiga contra el suelo, intenta ponerse en pie apoyándose a la pared pero apenas puede, respira hondo y traga saliva.

-"A quién pretendo engañar, no estás ahí, esto se acabo...y ahora, ¿por dónde sigo?, ¿qué será de mi?".

Mira a su alrededor buscando la botella, que ha dejado encima de la mesa que está junto a la cama donde yace el cuerpo, se aproxima lentamente, mientras se balancea, como si de un púgil apunto de ser tumbado se tratara. Su rostro denota desesperación e ira y ha ido cambiando durante la conversación que ha mantenido con la oscuridad.

Le da un trago a la botella, que por la oscuridad no se adivina a decir de que licor se trataba. Le da otro trago y otro, como si la botella no tuviera fondo, pero al cabo de un momento se ha terminado y lanza la botella contra el suelo de rabia y en su cara se esboza una sonrisa, a la que podemos asociar fácilmente con la locura. Gracias a su ebriedad se lanza de nuevo a soltar disparates y blasfemias en medio de una silenciosa noche.

-"¡No existes!, ¿me oyes? , ¡no eres nadie y como no eres nadie, no eres más que una farsa".

-"¡Ven por mi si te atreves, maldito de hijo de perra, ven por mi!".

-"Te aprovechas de los débiles, tú no proteges a tu rebaño, te diviertes viendo como mueren, maldito hijo de perra. ¿A quién pretendes engañar?, no eres nada, no tienes poder, no eres más que basura."

Entre sus divagaciones ha llegado de nuevo a altura de la cama, donde ha apoyado la cabeza y sin cesar de decir disparates y barbaridades sus párpados se han ido cerrando. Al final el silencio de la noche vuelve a su legítimo lugar, cuando el hombre destrozado por el sufrimiento, la ira, el alcohol y su cansancio cae dormido junto al bloque de hielo que aún permanece en la cama.

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Quizás  continúe con la historia...

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